DOI:
https://doi.org/10.14483/23448350.4503Publicado:
06/15/2013Número:
Vol. 17 Núm. 1 (2013): Enero-Junio 2013Sección:
EditorialEditorial
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EDITORIAL
Los haberes científicos y tecnológicos han influido en la cotidianidad de los individuos pertenecientes a una comunidad, han mejorado la calidad de vida de los individuos, haciéndola más confortable, los electrodomésticos básicos (lavadora, cocina, etc.) nos han hecho la vida más confortable, la medicina y la genética nos han permitido la detección y cura de muchas enfermedades, las comunicaciones han permitido el intercambio entre culturas… Pero existe una realidad y es que el desarrollo científico y tecnológico ha avanzado a pasos agigantados dejando vacíos enormes en la población; hay abuelas que aún creen que el hombre no llegó a la Luna y que las imágenes transmitidas al mundo entero fueron producidas en un estudio de televisión. Anécdotas como estas nos llevan a pensar que un ciudadano no alfabetizado científicamente no podría opinar sobre investigaciones relacionadas con células madre o sobre políticas medioambientales, tan necesarias en estos momentos. Creemos que el problema es de tal magnitud que en algunos espacios académicos se ha llegado a comparar la alfabetización científico-tecnológica con la alfabetización inicial instaurada en el siglo XX cuyo objetivo era que las personas tuvieran acceso a la lectura y la escritura, ya que si lograban que la clase obrera supiera leer y escribir podría proporcionarles una mano de obra más apta y cualificada. La clase obrera consideraba que la instrucción sería la llave de la emancipación. De esta manera fue que la escuela llegó a ser obligatoria. Durante largo tiempo los investigadores se han preguntado sobre los efectos de aquella alfabetización, que comenzó hace más de un siglo como una necesidad y se convirtió en obligatoriedad. ¿Los obreros aprendieron a leer y escribir simplemente para llegar a ser buenos consumidores, lectores de publicidad, o realmente les dio la oportunidad de una apertura a la sociedad, les dio libertad de elegir sobre el futuro de su pueblo? Con estos mismos argumentos, es conveniente preguntarse: ¿el movimiento CTS, y por ende la alfabetización científica y tecnológica que viene reclamando la necesidad de una educación científica y tecnológica para todos y todas, no ocultaráuna educación para el consumo? ¿No estaremos reclamando una educación científica de la cual no sabemos exactamente el contenido que involucran esas palabras y la responsabilidad que aquella conlleva? La Revista Científica dedica una de sus secciones a la Educación Científica, considerada un campo de investigación relevante hoy en día, porque estamos convencidos no solo de su importancia sino de la estrecha relación de esta con las ciencias y las ingenierías. En este campo confluyen líneas de investigación como la de las concepciones epistemológicas y didácticas de los profesores; la de los profesores en formación inicial, equivalentes a las de las concepciones epistemológicas de los estudiantes, a la que se le adicionan, como es de esperarse, las didácticas y pedagógicas. De la misma manera, la de la confiabilidad de los textos de enseñanza, los modelos de enseñanza-aprendizaje, la evaluación y, en la actualidad, aun cuando no con el volumen que debería esperarse, la de las relaciones y estudios CTSA. En esta misma magnitud las de ciencia y género, estas dos últimas derivadas de los estudios sociales sobre la ciencia o sociología del conocimiento científico, inicialmente denominados historia “externalista” sobre las ciencias, para diferenciarlos de los también conocidos como historia “internalista”.
Dra. Adriana Patricia Gallego Torres
Editora
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